lunes, 2 de julio de 2012

El gusano – microrrelato






El gusano – microrrelato


El individuo sentado observaba la pantalla.
La estación espacial estaba desolada a esa hora, pero él continuaba estudiando a aquella mujer que vivía en una zona montañosa de las más remotas de la tierra.
Ella era sin duda alguien interesante; padecía una extraña enfermedad desde un tiempo atrás: un gusano asqueroso crecía en su interior y consumía sus energías y vitalidad.
Su cuerpo estaba debilitado e hinchado; su rostro, pálido y apenas si podía respirar.
Un grupo de lo que suponía eran científicos, la monitoreaba con regularidad para seguir el paso de la dolencia.
 - Seguramente no les es posible hacer nada más – pensaba - mientras veía en el  enorme screen el rostro fatigado de la mujer.
Aquella noche ella estuvo peor que nunca, acudió con los hombres y por sus ademanes estaba claro que le dijeron que faltaba poco para el desenlace.
La entereza con la que recibió la noticia lo había asombrado.  El fin se aproximaba. ¡La cosa que la carcomía y chupaba su sangre y su vida ya era demasiado grande!
De pronto la mujer comenzó a sollozar.
¡No había nada que hacer!
Un grupo de blanco la rodeó y la ató a una cama.
Un individuo preparado para un viaje espacial ingresó al recinto con algo que parecía ser una cámara.
Varias mujeres llegaron apuradas, mientras la pobre criatura se retorcía en su lecho de muerte.
¡De pronto lo peor sucedió: la mujer literalmente explotó!... El gusano apareció ante la vista de los regocijados científicos que presenciaban un acontecimiento que por el gesto de sus rostros era cuando menos “muy especial”, todo un hecho para la ciencia.
La sangre de la víctima saltó en un chorro contra la pared.
En medio de eso una voz dijo -  Varón.
- Ese gusano se parece mucho a una cría humana – exclamó
- ¡Qué extraño... llevo meses estudiando a los terrícolas y nunca vi el huevo!




©Paula Cruz

viernes, 29 de junio de 2012

El ataúd – Microrrelato.





El ataúd – Microrrelato.



La noche que finalmente llegaste a mi alcoba no pude percibir que eras real.
Todo parecía la cristalización de un deseo y entre mis delirios y devaneos, supuse que se trataba de un sueño.
Entraste, te quitaste la ropa y te acomodaste a mi lado respirando fuertemente sobre mi cuello y suspirando a un ritmo exageradamente alto.
No te miré, ni siquiera abrí los ojos.
Sentí el frío de tu cuerpo contra el mío, pero ni aún así tomé precauciones.
No, no, simplemente pensé que era una alucinación de esas que a veces me acechaban en la madrugada cuando no podía dormir.
A pesar de que me faltaba el aire no intenté alcanzar el inhalador que estaba sobre la mesa al costado de la cama.
- Un pequeño episodio de asma más – pensé.
Fue solamente cuando no me pude mover que caí en la cuenta de dónde estaba.



©Paula Cruz